Me gusta el tercer mundo. Me gusta conocer gente y en el tercer mundo la gente es más pura, es más inocente y está más cerca de la tierra que en los otros lugares. Me gusta que la gente ría y que los gatos maullen, que las nubes oscurezcan el sol y que los árboles se sacudan sin tirar hojas, porque es como un reto que se muevan y que las hojas no se separen. Me encanta el olor de las incubadoras de 30° y el olor del desinfectante de manos de cereza. Tengo una gran debilidad por los finales largos y por los ojos azules que contra la luz parecen verdes. Hace poco probé la nieve de queso y creí estar seducido por ella pero más bien era el frío en la lengua, nunca en los dientes, lo que me sedujo. Prefiero los puentes a los túneles porque aunque el puente se mueva puedes ver a tu alrededor, pero en un túnel aunque tú te muevas no puedes ver la entrada y la salida al mismo tiempo. Conocí un lugar donde habían más tiendas abiertas que gente en la plaza a media tarde, pero lo que me cautivó fueron los cerdos que dormian a media calle. He caminado sólo a las tres de la mañana y sin embargo no podría subirme a un juego mecánico. Me gusta el sonido del viento cuando se arrastra por los techos construidos con tejas y el ruido que hace el agua cuando resbala por los huecos de las paredes. Me gusta que me platiquen los inicios de los libros y que luego me presten esos libros. Me gustan los libros que tienen notas al margen mientras éstas digan algo que yo no sepa. Me encantaría aprender tango en Buenos Aires y a preparar hojaldre de atún en Acapulco. Me gustan los mariscos pero no las cabezas de los camarones. Creí que me iba a gustar más la danza contemporánea que Chabela Vargas y no fue así. Amo que me corten el pelo con navaja porque jalan cada uno de los cabellos de mi cabeza y eso me provoca sueño. Me gusta leer las descripciones que las demás personas. Me gusta eludir respuestas con cuentos inventados...
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